Breves de actualidad: 1.indefinido fijo, 2.concurso, indemnización y crédito contra la masa, 3.videovigilancia y despido
25 de abril de 2022Indemnización por lesión de derechos fundamentales
25 de mayo de 2022Planteamiento
En nuestro despacho profesional de abogados laboralistas, recibimos sorprendentemente consultas de nuestros clientes sobre criptomonedas, y más concretamente sobre la forma de contratación-inversión y el posible engaño en la publicidad y mediación. Nada podemos decir, salvo remitir a compañeros expertos en derecho penal económico, para que valoren las circunstancias de contratación de las criptomonedas y la información recibida sobre su estabilidad, rentabilidad y realidad.
Ante tal situación por la claridad técnica del análisis, la sencillez, lógica argumentativa y contundencia de valoraciones, reproducimos en este blog de forma excepcional, el artículo de opinión publicado por El País, el domingo 22 de mayo de 2022, página 3, Negocios. Su autor Juan Ignacio Crespo y su título El reino de la credulidad.
El reino de la credulidad
Hablo del reino de la credulidad porque hay que ser crédulo para creer que son monedas por la única razón de que sus promotores hayan querido llamarlas metafóricamente así, aunque ninguna de ellas sea moneda de curso legal.
De la misma manera que los dientes no son perlas, por mucho que insista la poesía, las criptomonedas no son monedas por más que se decrete en El Salvador.
Tampoco los criptoactivos son activos. Ni tienen un valor de uso como los activos tangibles (inmuebles, vehículos o maquinaria) ni dan derecho, como los valores mobiliarios, a los frutos de los activos tangibles.
Al bitcoin se le llama “oro digital”, pese a que no tiene un valor de uso que sí tiene el oro (medicina, joyería y otras industrias).
Ni siquiera son totalmente cripto porque su secreto es un secreto a voces (hay más de 19.000 criptomonedas) y no están protegidas contra ataques especulativos, robos de monederos digitales o estafas. Su tecnología es lenta para un uso cotidiano.
¿Cómo se explica, entonces, su éxito en llegar a una valoración total de tres billones (trillion) de dólares y a que se haya adoptado todo ese lenguaje metafórico? ¿Qué proceso de hipnosis colectiva lo ha logrado? La respuesta es bien sencilla: demasiado dinero a la caza de pocos activos. Desde 2007 los cuatro bancos centrales más importantes han inyectado a sus economías 26,5 billones de dólares creados de la nada, a la vez que los tipos de interés eran cero. ¿En qué invertirlos?. En cualquier cosa, incluidas las criptomonedas. No en vano el bitcoin nació en 2009, a la vez que los QE o políticas monetarias cuantitativas.
La credulidad ha tenido en los últimos años un último tour de force: “ las monedas estables” y, entre ellas, la más importante: el “dólar Tether”, que promete a quien lo compre reembolsarle un dólar de EE UU cuando quiera salirse del esquema, y que explica su “estabilidad” por los activos (estos sí tradicionales) en que invierte los fondos captados, aunque se niega a mostrar qué activos son esos, y ha sido multado ya por la Fiscalía de Nueva York (19,5 millones de dólares) y por el supervisor bursátil o SEC (42,5 millones). Viene a ser un fondo de inversión que promete un valor liquidativo constante, cosa imposible. ¡Pues ha colado! Tether ha llegado a un volumen de 80.000 millones de dólares.
El colmo de la credulidad tiene cuatro años de existencia, el dólar terra, y su pareja melliza, luna que ni se molestan en tener activos tradicionales que los respalden: la estabilidad de la “moneda” la consigue un algoritmo. Ambos, terra y luna, han sufrido una crisis que llevó la cotización de luna de 116 dólares a cero. Lo que desestabilizó al dólar Tether.
Las criptomonedas son el reino de la credulidad, acicateado por la abundancia de dinero que no sabe en qué emplearse y por el abuso de la metáfora para resultar convincente, además de espoleado por la ignorancia financiera y el papanatismo ante avances tecnológicos (blockchain) que los profanos no comprenden. ¡Ah! Y por la expectativa de hacerse rico rápidamente. Un desastre cantado, ahora que los bancos centrales van a retirar dinero de la circulación.
Conclusión
Las criptomonedas han supuesto un beneficio para los intermediarios, que cobran por operación y los inversores más listos e informados y un desastre económico anunciado para la mayoría, inversores de buena fe, inexpertos, crédulos y con un afán de rentabilidad inmediato. Las acciones jurídicas para exigir responsabilidad por la gestión de compra e información dada, se presentan muy, muy complicadas.
Sorprendente pero cierto.